Descubrí el Yoga de muy joven, ya que tuve la suerte de poder asistir a clases como actividad extraescolar en un pequeño estudio que impartía clases de Iyengar Yoga en Nerja, donde crecí.
Mi práctica fue más bien intermitente durante la adolescencia y los primeros años de la edad adulta ya que la vida me depararía una vida más bien nómada, viajando por los 5 continentes.
A los 21 años viajé por primera vez a India y tuve la ocasión de conocer el país de origen de esta práctica ancestral, un viaje que no deja indiferente y que fue el primero de muchos.
Con 30 años di por terminada la etapa de viajes y decidí volver a Nerja.
Debo reconocer que nunca estuvo en mis planes impartir clases, pero decidí formarme para profundizar y averiguar qué era lo que hacía que a lo largo de la vida la práctica siempre me hubiese servido de “salvavidas” ante circunstancias o emociones a veces difíciles.
Así fue como decidí comenzar una formación de Yoga en la Escuela de Yoga Sadhana, para comenzar la aventura que duraría 4 años. Pienso que la práctica de Yoga, más allá de enseñar ejercicios físicos, enseña a vivir; te muestra cómo vivir una vida en unión; parándonos para observar, relacionándonos con nosotros mismos de una forma más honesta y armoniosa… y si nos relacionamos de esta forma con nosotros mismos, lo haremos también extensible al todo lo que nos rodea.
Además de la formación de 800 hrs en la Escuela de Yoga Sadhana, también me especialicé en Yoga Miofascial con Helena Chacón (60 hrs), Yoga para la inclusión, una preciosa formación orientada a adaptar la practica a la diversidad funcional, ya sea a personas en silla de ruedas, a personas con trastorno de estrés postraumático, personas con alguna dificultad física, intelectual o mental, esta formación la imparte la ONG “Yoga Sin Fronteras” de la cual me siento muy orgullosa de poder decir que soy voluntaria.
Mi voluntariado con Yoga Sin Fronteras tuvo lugar en 2019, cuando viajé al mayor campo de Refugiados de Europa: Moria Refugge Camp, en la isla griega de Lesbos, donde impartía clases de Yoga a menores de edad no acompañados como una herramienta de superación, inclusión y sanación. A día de hoy sigo practicando “Karma Yoga” (Servicio desinteresado) siempre que puedo, en nuestras clases regulares hemos adoptado lo que llamamos los “jueves solidarios”: el primer jueves de cada mes, donde lo recaudado en clase se destina cada vez a una ONG o fundación que ayude a colectivos vulnerables, entre otros eventos puntuales.
Comencé a dar clases de Yoga en 2018, en principio solo cuando alguien me pedía una sustitución y finalmente me decidí a acompañar a practicantes de forma regular.
Comparto Yoga desde mi propia experiencia; para mí fue una herramienta fundamental para superar o aprender a manejar la ansiedad, me aporta equilibrio emocional, bienestar físico, salud… y en mis clases me gustaría que encuentres también los beneficios que buscas.
Considero que, de todos los maestros de los que he recibido clases, he aprendido e incorporado algo para mi práctica personal y en mis clases; Ya sea de la escuela Sivananda en India, que enseña un estilo de Yoga tradicional, como de mi formación de Yoga en Sadhana, con una visión muy amplia de la práctica, de mis primeros años de práctica de Iyengar, e incluso de profesores de Ashtanga, Bikram, Yin, etc.
“La salud es riqueza; la paz mental es felicidad; y el Yoga nos muestra el camino”.